Cada mañana damos por sentado que al despertar podemos encender la luz, calentar el agua para el mate o el café, o revisar el celular. Pero, ¿alguna vez te detuviste a pensar qué pasaría si, de repente, la energía eléctrica desapareciera por un día entero?
El Mes Internacional de la Energía nos invita a reflexionar sobre la dependencia que tenemos de este recurso esencial y a valorar su impacto en nuestra vida cotidiana.
Un día sin energía: ¡qué difícil!
Imaginá que tu despertador no suena porque no hay electricidad. Te levantás tarde y descubrís que no podés cargar tu celular ni revisar tus mensajes. Al intentar prepararte el desayuno, te das cuenta de que no hay agua caliente porque la pava eléctrica no funciona y la heladera dejó de mantener frescos tus alimentos.
Salir de casa se vuelve una aventura: los semáforos están apagados, el transporte público es un caos y las estaciones de servicio no pueden despachar combustible. En el trabajo, las computadoras están inactivas, las reuniones virtuales son imposibles y los archivos digitales están fuera de tu alcance.
Cuando cae la noche, la falta de luz obliga a buscar velas o linternas que, al estar todos en la misma situación, colapsaría la disponibilidad en los supermercados, kioscos y almacenes.
Más allá de la comodidad: la importancia de la energía
La energía no solo nos brinda confort; también sostiene servicios esenciales como hospitales, comunicaciones y abastecimiento de agua potable. Un día sin energía es un recordatorio de cuán crucial es para la sociedad moderna.
Pequeñas acciones como apagar luces innecesarias, desenchufar electrodomésticos que no usamos y optar por fuentes renovables pueden marcar la diferencia en el consumo energético global.
Apreciemos lo que tenemos hoy y actuemos para un mañana más sostenible.
Fuentes consultadas: Eadic y Tec – Eos