LA ACCIÓN SOCIAL COMO ESTILO DE VIDA

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DÍA INTERNACIONAL DE LA SOLIDARIDAD

En honor a este día tan especial, nos gustaría rememorar una entrevista que le hemos realizado hace unos años a Juan Carr para nuestra revista DOC.

EL CIUDADANO CARR

LA ACCIÓN SOCIAL COMO ESTILO DE VIDA

“Tengo muchos pecados que no voy a revelar en esta entrevista”, fueron sus primeras palabras, las que dieron la pauta de que el hombre andaba con ganas de mostrarse como es, directo, conciso, claro como el agua clara. Así comenzó la charla que tuvimos con Juan Carr, el creador de Red Solidaria, el activista social que ya es un símbolo de la ayuda en Argentina. El encuentro tuvo lugar en un pequeño restaurant de Vicente López, donde acostumbra ir todos los sábados para compartir el almuerzo con su familia y algunos parroquianos del lugar.

Si la educación que una persona recibe de su familia suele sentar las bases de su forma de ser y hacer, en la vida de Carr, aquellos valores heredados son los que forjaron la mirada con la que iba a comprender el mundo. Entre sus recuerdos, una camisa color arena, con las insignias bordadas sobre el bolsillo derecho y el pañuelo atado al cuello, un Juan pequeño deambulando por los campamentos de los Boy Scouts, aprendiendo la importancia de estar “siempre listo” para quien lo necesitara. Están envueltas las ganas de afiliarse a un partido político, de ir a misionar, de donar sangre. Todo junto y a la vez, así es él, poseedor de una voracidad de servicio. Pero está también un freno, el sentarse a pensar que debía canalizar su formación antes de salir a dar batalla, y las opciones eran tres: Agronomía, Veterinaria o Medicina. Finalmente, la idea de producir alimentos para los hambrientos fue lo que terminó de inclinar la balanza. Juan sería veterinario.

Pasaron los años y Juan creció, por dentro y por fuera. Mientras cursaba la carrera, al año de conocer a María Alemán, su futura mujer, le diagnosticaron un cáncer fulminante y tres meses de vida. Luchó y luchó, hasta que logró revertir el destino y erradicó el mal. Ese día, cuando le dijeron que no iba a morir, le propuso matrimonio a María. Los médicos le habían vaticinado que no podría procrear, pero estaban hablando con Carr, quizás ellos no lo sabían. Tuvo cinco hijos.

En 1995, creó la Red Solidaria junto a su mujer y un puñado de amigos; tenían ganas de hacer algo por la comunidad, sin abandonar su vida cotidiana, las dos veterinarias que tenían en marcha, su familia, entre otras tantas cosas.

¿Qué buscabas con Red Solidaria?

Con María y tres amigos, queríamos buscar un modelo que nos permitiera aportar a todos entre tres y cuatro horas semanales,  destinarlas a hacer algo por la comunidad. Partíamos desde la alegría, por haber superado una dura enfermedad, pero sintiendo un dolor ético y moral, una obligación moral de que, ya que estábamos bien de salud, debíamos hacer algo por los otros.

Así surgió Red Solidaria, un mecanismo que brinda respuesta a numerosas situaciones y necesidades en el ámbito social. Ninguno de los miembros de Red Solidaria trabaja de manera formal en ella, ni tampoco alguien vive de los ingresos que puede generar la Red. No tiene personería jurídica, es simplemente el nexo entre una necesidad apremiante y una respuesta casi inmediata de la generosidad argentina. Su fundador no deja de recalcar que en nuestro país se viven situaciones durísimas y desesperantes todos los días, pero que la capacidad de dar de este pueblo es conmovedora. “Es tremendo que se vuele el techo de la mujer de enfrente, twittear que necesitamos diez chapas para darle respuesta al tema y, en cuestión de horas, tener las chapas para un barrio entero. Estoy abarrotado de generosidad.”

Carr hace hincapié que trabaja desde la alegría, revirtiendo el pensamiento pesimista de que todo está perdido, por el contrario, es optimista que piensa continuamente en cómo apaliar el hambre en Argentina, en Latinoamérica y en el mundo. Dice que le quedan 20 o 30 años de acción concreta para llegar a su objetivo final: hambre cero. Dice que, antes de irse al Cielo, él lo verá cumplido en Argentina y en Latinoamérica, aunque poco probable es que pueda disfrutar ese logro en el mundo.  “El día que termine con el hambre me la voy a creer un poquito”, y lo dice en serio, convencido de que lo va a lograr y que cuando llegue ese momento, va a disfrutar de sus cinco minutitos de fama. Ojo: hambre cero no significa pobreza cero. Pero claro, es una meta increíble que genera felicidad de sólo imaginarla. Para ello, necesita implicados, gente que tome partido por la acción. Muchas veces, existe la concepción de creer que buen ciudadano es el que paga impuestos y que el resto de las obligaciones debe recaer sobre las autoridades o instituciones. Carr tiene su punto de vista al respecto.

¿Para ser buen ciudadano basta con pagar los impuestos?

En el mundo, uno de cada once tiene hambre, tres de cada diez son pobres y tres de cada siete tienen acceso a internet. En este mundo que te describo, uno pudo haber tenido la suerte de nacer en un sitio y estar salvado sólo por eso, pero si vos conocés la realidad y tenés la cultura para entenderla, para saber que estás rodeado de mucha pobreza en el mundo, podés pagar los impuestos, cosa que de hecho, damos por descartado que hacés, pero eso sólo no alcanza. Pagar los impuestos es una discusión pasada de moda, de otra época. Si alguien supone hoy que pagando los impuestos tiene su vida y la de su familia relativamente fácil, sencilla, agradable y feliz, a ese tipo le recomiendo hacer terapia, o hacer terapia y recorrer la realidad. Y te hablo desde la alegría, la felicidad, yo no creo que esté todo mal y todo sea un desastre para nada. Claro que existe la posibilidad de que alguien me asalte en la esquina y le puedo echar la culpa a Gendarmería, a la Policía, al Gobierno, al anterior Gobierno, a los Gobiernos de facto, al orden mundial, a la sinarquía internacional, pero lo concreto es que ese individuo que está en la esquina me asaltó, y yo pagué los impuestos. Entonces, cómo puede ser, si yo pagué mis impuestos. Está claro que, aunque pagues tus impuestos, siempre alguien va a necesitar un donante de médula ósea o de sangre.

Entonces, ¿el cambio viene de abajo hacia arriba?

No tengo la menor idea desde dónde viene el cambio, sí tengo la profunda convicción de que somos la generación que más vertiginosamente todo cambia, nuestro cerebro, nuestros suspiros, nuestras poesías, nuestras almas, nunca estuvieron preparadas para semejante era. Las cosas cambian todo el tiempo. Es cierto que las revoluciones son de abajo hacia arriba, pero también es cierto que hay una responsabilidad desde arriba hacia abajo, inclusive en lo que se dice y en lo que se comunica. Posiblemente, las revoluciones todavía no se hacen en Twitter, todavía siguen estando en las calles y todavía son de abajo para arriba, hasta aquí ha sido así. La revolución cultural y en paz. La comunidad empuja, mueve, pero también es un momento en que el poder está super concentrado en la economía, yo celebro que la gente tenga poder y no me molesta que los poderosos tengan poder, pero tienen una gran responsabilidad también.

Sos un hombre público y tus palabras pesan, ¿qué ganaste y qué perdiste con esta popularidad?

No me parece que haya perdido nada, porque además no soy una estrella de rock, entonces puedo caminar tranquilo por la calle, y puedo tomar el subte o el bondi, la mía es una vida semipública. En general, yo estoy muy tapado de generosidad, es muy abrumador, es muy conmovedor

El que habla sigue siendo Juan Carr, el que come tomate con la mano de la ensaladera y atiende unos llamados mientras la fotógrafa trata de encontrar el mejor ángulo del hombre que se convirtió en el ícono de la solidaridad. Toma el huevo duro de su plato y se come la clara, dejando la yema a un lado. Es inquieto, y sus palabras suenan alborotadas, como si se le acabara el tiempo y en cuestión de segundos tuviera que dejar zanjada la pasión por lo que hace.

Juan Carr es un tipo normal, que se cuida con las comidas porque busca estar en forma, que juega al fútbol con sus hijos, que va a la cancha de Platense con toda la familia y que agarra una guitarra entre amigos y se anima con algún tema de Stephen Bishop, de Sui Generis o le entra con ganas a una zamba.

Claro que es un tipo normal, aunque evidentemente, tiene unas convicciones y una voluntad que no pertenecen al común denominador de las personas, como esa con la que nos despide: “Si para cambiar el mundo sólo hiciera falta plata, nosotros estamos equivocados y somos un desastre. Hace falta plata para cambiar el auto, pero para cambiar el mundo hace falta compromiso, pero resulta más fácil recaudar plata que recaudar compromiso”.

MUNDO INVISIBLE

Hace varios años, Juan Carr creó Mundo Invisible, una agencia de comunicación que aspira en convertirse en la prensa de los pobres. Asegura que cuando empezó con sus labores solidarias, la comunicación no era una prioridad. Ahora se desdice. La comunicación y el mundo social son dos factores que deben aliarse para conseguir darle voz a los 164 millones de pobres en Latinoamérica. Los pobres no tienen prensa, es un laburo, este es mi laburo. No sé bien cuando es trabajo y cuando no, pero tampoco importa demasiado.

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